Por Diego Trerotola*
Quienes alguna vez, a fuerza de ver y rever cierto cine argentino que nos encandila, reconocimos la firma de Pablo Tabernero como director de fotografía de algunas películas bastante prodigiosas y originales en el cine vernáculo, no sabíamos todo el misterio que había detrás de su nombre. Puede ser que lo hayamos intuido, sin embargo, porque nadie que pudiese crear esos espejismos, esos juegos de luces y sombras, podría haber sido una persona sin aventuras, sin experiencias de valor. Haberme encontrado con Eduardo Montes-Bradley en medio de su investigación para hacer una película sobre Tabernero no fue producto de la casualidad, sino de eso que finalmente es la matriz de este documental: una búsqueda en distintos rincones del planeta para lograr capturar una vida errante donde la pasión desperdigada dejó huellas profundas, algunas inexploradas, inesperadas.
Buscando a Tabernero es casi una novela policial, la pesquisa en distintos países sobre la vida y obra de un director de fotografía que hizo de la cámara un viaje de ida, un punto de fuga. No es raro que el primer recuerdo que narre su propio hijo (Henry Weinschenk) en el documental sea de su padre detrás de una cámara de cine sobre una grúa: quien busca imágenes está en movimiento tanto como esa cámara que inventó la captura del movimiento como un arte del siglo XX. La de Tabernero, ahora lo sabemos con detalles, fue una vida inquieta, a la deriva, pura épica cinematográfica, de quien recorrió todo el siglo pasado haciendo que la fotografía se anime para mostrar lo visible y lo que imaginario. En sus recorridos por ciudades de Alemania, Suiza, España, Francia, Argentina y Estados Unidos, lugares donde Tabernero vivió o dejó huellas, Montes-Bradley filma los efectos de un viaje pasado hecho presente: muchas veces registra con su celular, la lupa del detective moderno, para encontrar durante más de dos años nombres, rostros, coordenadas, imágenes, genealogías e ideas que son otra manera de mirar no solo una biografía individual sino los modos de supervivencia de una generación enfrentada a contextos adversos. Y tampoco es una biografía individual porque Montes-Bradley y el hijo de Pablo Tabernero en el recorrido conjunto del documental superponen sus propias vidas migrantes como notas al pie, en una relación especular con Tabernero.
Hay dos hallazgos perfectos de Montes-Bradley, que incluso echan luz para la historia. El primero es la genealogía de la sensibilidad visual de Tabernero en los geniales grabados de su padre, donde el niño conoció la importancia del claroscuro antes de su educación en fotografía en la Alemania del expresionismo. El segundo hallazgo es verlo a Tabernero filmar en España, en el campo de batalla durante la guerra civil, acompañando cámara en mano al anarquista Buenaventura Durruti. ¿No es ese mismo riesgo de su cine guerrilla al inicio de su carrera profesional que luego asumió de forma transfigurada en sus experimentos en el cine de estudio? Sí, porque Tabernero hacía una fotografía vital. Estas son solo dos de las revelaciones de un documental que tiene el mismo nivel de riesgo y exploración que usaba Tabernero para construir sus imágenes.
A quienes nos enloquece esa dimensión un poco de científico loco que tuvo Tabernero como maestro de la fotografía en cine, nos conmueve más ver que su vida tuvo mucho de belleza, libertad y pesadilla, esas tres cosas que combinan las imágenes que creó en películas, durante tres décadas del cine argentino, como Prisioneros de la tierra (1939) de Mario Soffici, Vidalita (1949) de Luis Saslavsky, Si muero antes de despertar (1952) de Carlos Hugo Christensen o La Quintrala (1954) de Hugo del Carril. Montes-Bradley también hace justicia logrando, por primera vez, demostrar con un documental que un director de fotografía del cine argentino puede ser también un verdadero autor, un creador con un universo propio. Por todo eso, Buscando a Tabernero no solo ilumina una historia, sino que hace Historia.
Sobre el autor
Diego Trerotola es crítico de cine, programador, docente y activista queer.
Publicó textos de cine en libros de Argentina, Holanda, Polonia, Corea del Sur y España. Junto a Leandro Listorti es compilador del libro Cine encontrado: ¿Qué es y adónde va el found footage? Publicó en más de veinte medios, como las revistas El Amante e Inrockuptibles, y escribe en el suplemento Soy del diario Página/12 desde su aparición en 2008. Fue programador del Festival de Cine Independiente de Buenos Aires (BAFICI) durante seis ediciones, en el Festival de Cine de Mar del Plata en dos ediciones, además de colaborar en festivales de España, Estados Unidos y Viena. Desde hace más de quince años dicta clases en el Centro de Investigación Cinematográfica (CIC). Desde 2017 es el director artístico del Asterisco Festival Internacional de Cine LGBTIQ.
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